Un neologismo en simulación: skilloteca

Todos hemos sido estudiantes y todos hemos frecuentado ese lugar, casi místico, misterioso ya la vez fascinante, donde se coleccionan libros y revistas para el estudio, la biblioteca. Del griego βιβλίον “libro” y ϑήκη “depósito”, el término biblioteca identifica ese espacio físico, precisamente ese servicio fundamental, que se dirige a toda la comunidad de estudiantes y profesionales para proporcionar libros, revistas, periódicos, medios audiovisuales para que todos puedan obtener información y quedarse actualizado. El libro es (quizás lo fue) el corazón del servicio. A menudo articulada dentro de las universidades, la biblioteca proporciona a los profesores y alumnos el apoyo necesario para los estudios universitarios con el objetivo de democratizar la formación al hacer accesibles los costosos volúmenes y las revistas por suscripción. La biblioteca es, por tanto, un servicio esencial de cualquier universidad.

Hoy en día, la simulación representa otro recurso invaluable que la educación médica está utilizando cada vez más, especialmente en los últimos años. La simulación tiene como objetivo la reproducción fiel de partes anatómicas, aspectos funcionales fisiológicos o patológicos, situaciones clínicas de la vida real en las que se realizan acciones clínicas y decisionales. Ha crecido la conciencia de que la competencia de los profesionales de la salud, actuales o en formación, no puede garantizarse por sí sola con aunque probados conocimientos teóricos, sino también con habilidades procedimentales (el “saber hacer”) y habilidades sociales y relacionales (el “saber ser “). Cada vez más universidades, institutos de formación y hospitales han invertido ingentes recursos económicos para equiparse con formadores de tareas ultramodernos para el desarrollo o mantenimiento de habilidades procedimentales con el objetivo de mejorar la calidad de la formación y al mismo tiempo no exponer a los pacientes en lugares de cuidado y aprendizaje a cualquier tipo de riesgo. Sin embargo, estas poderosas herramientas de capacitación ahora demasiado a menudo están disponibles solo en cursos o talleres educativos, y permanecen sin uso por el resto del tiempo. Veo en este contexto una similitud con el concepto de biblioteca del siglo XIX, según el cual la biblioteca tenía la tarea principal de conservar los documentos en lugar de ponerlos a disposición de la mayoria de gente posible. Creo que ha llegado el momento de ir más allá y crear espacios de formación accesibles según sea necesario para poder practicar los procedimientos para alcanzar y mantener los estándares de calidad. Aquí, entonces, está el nuevo concepto de la «skilloteca». Con un neologismo que combina el término inglés “skill”, que es la maniobra encaminada a permitir la correcta ejecución de un acto médico de acuerdo a las pautas internacionales, y nuevamente el término griego ϑήκη “depósito”, quiero señalar ese lugar de encuentro de los entrenadores de tareas. donde todos puedan emprender itinerarios de autoformación y educación permanente. Para lograr un nivel adecuado de desempeño es necesario asegurar que nuestros alumnos puedan realizar y repetir una determinada actividad de manera constante y al mismo tiempo recibir una feedback adecuado. Afortunadamente, cada vez más simuladores están equipados con sistemas electrónicos de detección de rendimiento y feedback intuitivo. Sin embargo, estos lugares de formación deberán garantizar la presencia de un experto. Así como el bibliotecario pone a disposición su propia preparación para ayudar a los usuarios en las búsquedas bibliográficas y también coordina el uso de los documentos almacenados, será necesario que la «skilloteca» esté dotada de una figura profesional con adecuada experiencia clínica y docente en simulación que pueda potenciar la repetición del acto procesal a través de la restitución y la reflexión crítica.

La esperanza es que la «skilloteca» no se quede en un simple intento dialéctico de acuñar un nuevo término de una palabra englesa moderna y una palabra griega antigua, sino que se convierta en una realidad generalizada en cualquier universidad como un servicio esencial para estudiantes y profesionales con la misma dignidad que el biblioteca.