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¡No hablemos más de cursos de simulación!

Pier Luigi Ingrassia
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Hasta ahora la simulación se ha utilizado casi exclusivamente para la formación sanitaria. Sus ventajas son cada vez más evidentes tanto para formadores como para quienes participan en experiencias de simulación. La simulación crea, de hecho, esa increíble, ¡y tal vez única!, oportunidad en la que es posible aprender explotando el error como un recurso sin consecuencias para el paciente. Sin embargo, dado que el costo de implementar una simulación de calidad suele ser mucho más alto que los métodos de enseñanza tradicional, a nuestros líderes ejecutivos les cuesta comprender y apreciar el valor que proporciona a una organización o sistema. Con demasiada frecuencia cuando promovemos la simulación la asociamos a cursos de formación, universitarios o de formación continua, y argumentamos su eficacia en términos de satisfacción de los participantes y capacidad para desarrollar habilidades procedimentales y relacionales. En realidad, el valor de la simulación va mucho más allá de ser una herramienta de capacitación. La literatura científica, de hecho, ha destacado ampliamente cómo el entrenamiento basado en simulación y llevado a cabo en lugares apropiados (centros de simulación) o en entornos de atención sanitaria reales (in situ), garantiza muchos beneficios potenciales para la seguridad del paciente que van desde la prevención de errores hasta la minimización de daños. Representa una herramienta esencial para mejorar el nivel de fiabilidad de los operadores y, más en general, del sistema en el que operan los trabajadores, teniendo en cuenta la complejidad de todos los elementos con los que deben interactuar. Hablamos por tanto de «factores humanos», que es el dominio de disciplinas que van desde la psicología a la ergonomía, desde la arquitectura a la ingeniería, y que busca mejorar la seguridad y la eficiencia utilizando el «componente humano» del sistema a su máximo rendimiento. Aplicando los principios del diseño y la planificación, simulando escenarios y comportamientos, se puede modificar el entorno físico en el que se encuentra el hombre, y por ende también el profesional de la salud, se puede mejorar el proceso de toma de decisiones y aumentar la eficiencia y seguridad organizacional. En cada nivel, diferentes tipos de simulación, elegidos con profesionalismo competente y experiencia adecuada, pueden ayudar a probar debilidades potenciales o identificar acciones que tienen más probabilidades de causar errores. Un modus operandi que utiliza un proceso secuencial de pruebas, ajustes y nuevas pruebas sólo puede traer mejoras incrementales, haciéndonos más fácil a los profesionales hacer lo «correcto» y más difícil cometer errores.

Recientemente, el Ministerio de Salud ha creado un grupo de trabajo técnico para promover la simulación en la atención de la salud. No puedo más que compartir, no sólo con los profesionales de la salud, sino con la comunidad de todos nosotros (¡pacientes potenciales!) la satisfacción de que haya sido el Ministerio de Salud, y no el de Universidad e Investigación, el que haya dado este importante paso. La simulación debe convertirse en parte integral del sistema de salud de nuestro territorio. Ciertamente a partir de la formación de sus operadores, pero no limitándose a esta.

Es bueno dejar de referirse a la simulación sólo en asociación con la formación, los tan decantados cursos de simulación. Todos -en primer lugar, los profesionales de la educación sanitaria- tenemos que empezar a hablar de la salud de los pacientes a través de (también) la simulación.

Pier Luigi Ingrassia
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Pier Luigi Ingrassia

Centro di Simulazione (CeSi), Centro Professionale Sociosanitario Lugano View all Posts

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